La Pincoya
por Alejandra Raposo
…Todos los de la superficie tratan de agradarla. Es muy importante rendirle tributo y mantenerla feliz. Viene en representación de uno de los seres más poderosos y respetados del mar. Guardián de todo lo que en él acontece. El Millalobo.
Su hija predilecta viaja desde las profundidades del océano, para entregar el esperado obsequio que su padre da a los pescadores de la isla, siempre que esté satisfecho con el trato que han dado a sus dominios.
El ambiente de bullicio y algarabía seduce la silueta alegre y juvenil de la pincoya, que curiosa, dirige sus pasos a la orilla de la playa. Ahí, invitada por el rítmico sonido de las olas, comienza una suave y dulce danza. Ningún habitante del mar quiere perderse el fascinante espectáculo, y gran variedad de peces acuden por cientos y casi pelean por obtener un mejor lugar para verla. Ellos saben que ese baile es el augurio de su muerte. Que los va a hechizar con su encanto convirtiéndolos en ofrenda viva, entregada con sumisión a su destino. Pero observarla danzar generosa con los brazos extendidos hacia el mar, aunque sólo sea por unos segundos, justifica cualquier final.
En cada movimiento, desliza su larga y frondosa cabellera que resplandece como el oro, dejando ver su piel desnuda y brillante de arena, semi oculta entre su vestimenta de algas.
En su graciosa danza, recorre la playa sembrando mariscos con sus fértiles manos, asegurando abundancia de alimentos para todas las bocas del pueblo, pero hay, sí algo no es de su gusto. Sí un infeliz ha cometido algún desatino contra el mar. Eso molestará a la pincoya, que con el alma justa heredada de su padre, no querrá mirar el mar y danzará ofendida mirando hacia la tierra, provocando la escasez de alimento por toda esa temporada.
