La casa está llena de restos orgánicos
(por Martín Quintana, obrero de la palabra)
La casa está llena de restos orgánicos
Zapatos viajeros y melancólicos que urgentes han recorrido la comarca
La casa está llena de restos orgánicos
Y yo sin siquiera detenerme a pensar en barrerlos de una estocada
La casa está llena de restos orgánicos
Que me acompañan leales desde la planta de los pies hasta las altivas miradas
La casa está llena de restos orgánicos
Que brotan de los parlantes salseros de una mañana de cimarra
La casa está llena de restos orgánicos
Y de todos ellos, recojo a pedazos, trocitos que me permitan reconstruir la memoria
La casa está llena de restos orgánicos
Cáscaras de papas, tomates y zanahorias; costillas de pescado frito y polvo de leña
La casa está llena de restos orgánicos
Y cuando una araña ladrona intenta treparme por el hombro, en busca de alimento, la miro a los ojos y la convierto rápidamente en otro resto orgánico
La casa está llena de restos orgánicos
Que adornan multiformes, las paredes y los techos
La casa está llena de restos orgánicos
Que a cada paso, a cada mirada, a cada respirada me hacen pensar en la soledad acompañada de la que he gozado por estos días
La casa está llena de restos orgánicos
Y eso también incluye las columnas interminables de ceniza que se elevan como el humo del cigarro que las parió
La casa está llena de restos orgánicos
Sonoros y olorosos, como las patas de grillo, como el abejorro del que fui héroe y como el palote que, travieso, me miraba subversivo desde la ventana aquella de la que tanto he hablado
La casa está llena de restos orgánicos
Como el pensamiento que deambula libre, soberano e incisivo por cada rincón, arrebatándole calor a otras arañas
La casa está llena de restos orgánicos
Y también de otros restos.
Hornopirén 2 semestre del 2002